Pareciera ser que resurgió el debate sobre la reforma al sistema político chileno. En marzo, CADEM dio a conocer que “los chilenos le ponen nota 3,1 al sistema político y el 65% considera muy importante que el Congreso avance en su reforma”. De esas reformas, el 43% cree que la más importante es reducir la cantidad de parlamentarios; un 20% cree que se debe ampliar la participación ciudadana; y el 13% apoya la idea de limitar la excesiva cantidad de partidos políticos. La clase política tomó nota del asunto. Y tanto la oposición como el oficialismo, incluido el Presidente de la República, están reflexionando al respecto. Sin embargo, más que una reforma al sistema político, se están debatiendo pequeños ajustes electorales, que son sólo una parte de lo que conforma la sala de máquinas del sistema político.
Las propuestas concretas que han circulado son: establecer un umbral de 5% para ingresar al Congreso, reducir el número de parlamentarios y sancionar con la pérdida de escaño a parlamentarios que renuncien a su partido. Estas propuestas responden a un diagnóstico: el Congreso altamente fragmentado impide que el proceso legislativo sea eficaz. Sin embargo, ese diagnóstico es incompleto. Y es importante efectuar un diagnóstico acertado de los problemas del sistema político porque eso permite analizar de mejor manera las soluciones y propuestas.