A 6 años de que en Chile se instaurara el 15 de abril como el Día Nacional de la Paz a través de la cultura, las artes y el patrimonio -por ley 21.099-, cobra sentido resaltar el significado de esta fecha, y reflexionar sobre las implicancias y desafíos que nos plantea.
La ley establece como objetivo instaurar un día para conmemorar, celebrar, festejar y redescubrir de forma anual el significado, importancia y valor imperecedero de la paz.
Entre sus consideraciones, la iniciativa da cuenta de la importancia de la paz como un elemento determinante de la armonía social e internacional que, a pesar de ser alcanzada solo en ciertos períodos de la historia, se constituye siempre como un ideal de todo pueblo y de toda época, base sobre la que se erige cualquier posibilidad del desarrollo humano pleno.
Una primera reflexión que podemos hacer es sobre qué significados tiene la palabra PAZ.
Según el diccionario de la Real Academia Española, la paz se entiende como una situación en la que no existe lucha armada en un país o entre países. Una segunda definición señala que es una relación de armonía entre las personas, sin enfrentamientos ni conflictos. Una tercera acepción se refiere a un acuerdo alcanzado entre las naciones por el que se pone fin a una guerra.
Al revisar estas definiciones podemos decir que tendemos a entender la paz de forma negativa, es decir, como ausencia de condiciones no deseadas. Sin embargo, es importante que se pueda entender la paz de manera positiva.
El sociólogo noruego Johan Galtung desarrolla una teoría de la paz positiva-negativa con base en una visión del ser humano como un ser con capacidad de paz. Según define Galtung, la paz es creatividad, no violencia y empatía. También, son todas aquellas situaciones dónde se opta por la vía de la no-violencia, o sea, todo aquello que nos ayuda a ser más felices, a vivir con mayor bienestar.
El autor propone “si quieres la paz, prepárate para la paz”, lo que abre la posibilidad para la humanidad de observar una antropología que confía en el ser humano, en los mecanismos de resolución pacífica de conflictos, en la construcción de la paz y en el fortalecimiento de la ética.
Si bien Galtung considera la paz en su dimensión positiva, de igual forma reconoce la existencia del conflicto, pero plantea que éste es crisis y oportunidad, un hecho natural y permanente en el ser humano, una situación que conjuga objetivos incompatibles que se enfrentan con la creatividad, la empatía y la no violencia. En este punto, una teoría del conflicto adecuada se fija en que éstos se desarrollan en los ámbitos personal, interpersonal e institucional, y se expresan en actitudes, comportamientos, contradicciones, que, si no se transforman, tienden a deteriorar a las personas, las relaciones y su contexto.
Otro autor, Adam Curle, pionero en los estudios del tema, plantea que la paz no está simplemente en la calma y el orden, también exige la justicia y que el poder no esté solamente de un lado. También nos dice que hacer la paz es, por un lado, transformar situaciones violentas, y por otro, modificar estructuras de injusticia.
La consideración de la paz como uno de los más altos y deseados ideales concebidos por la humanidad, un valor multi dimensional que emerge en todos los ámbitos de la existencia humana, y que, en consecuencia, traspasa los límites de la concepción negativa de ésta, es la clave que permite comprender la conceptualización de la paz desde la perspectiva de la paz positiva.
Considerando lo anteriormente señalado podemos pensar este día como una oportunidad para analizar y reflexionar sobre la construcción y educación para la paz, y los desafíos que presenta a las universidades.
Vivimos tiempos complejos, crisis diversas, violencias y conflictos recurrentes, con anhelos de mayor bienestar, lo que se vive en distintos ámbitos de la vida social. Las universidades no están exentas de ello. La convivencia y la salud mental se han visto afectadas, lo que se ha agudizado desde el período de la pandemia, generando inquietud y preocupación en las universidades.
En este contexto, a mediados de 2022 el Consejo de Rectoras y Rectores adoptó el acuerdo de crear la Comisión de Salud Mental y Convivencia Universitaria, una instancia de carácter permanente, constituida por representantes de las universidades que forman parte del CRUCH.
Durante más de un año de trabajo de la comisión, ha sido posible compartir diagnósticos de las problemáticas en salud mental y convivencia, así como las distintas iniciativas que se han implementado para abordar dichas situaciones.
También, se han abierto espacios para que estudiantes compartan los proyectos que han impulsado para prevenir problemas de salud mental y mejorar las relaciones de trato en la comunidad universitaria, a través de mayor inclusión, participación y generación de espacios de encuentro.
Asimismo, se han generado instancias de formación para los equipos de las universidades CRUCH en temáticas como prevención de suicidio, competencias para el diálogo, desarrollo de competencias en el aula, herramientas para la implementación de prácticas restaurativas en contexto universitario, entre otras.
Uno de los principales desafíos de la comisión para el 2024, y en el marco de la conmemoración de los 70 años del CRUCH, es la elaboración de un documento que entregue orientaciones para una política de salud mental y convivencia universitaria, de modo de colaborar en la construcción de comunidades universitarias con mayores niveles de bienestar.
Finalmente, la tarea es contribuir a una sociedad más democrática, así como a la construcción de paz social. En ese esfuerzo deben participar todas las instituciones sociales y, en especial, las que tienen una implicación directa en la educación, desde la familia hasta la universidad.
Aquí, cabe recordar que, en 1996, el informe a la UNESCO de la Comisión Internacional sobre Educación para el siglo XXI establecía que aprender a convivir era uno de los cuatro pilares de la educación. Por ello, fomentar la convivencia es aumentar el capital ético de una sociedad.