77 mujeres ganaron un puesto en la Convención Constitucional gracias al sistema paritario. En esta columna, la Coordinadora del Programa Género, Derecho y Justicia Social y académica de Derecho UAH, Lieta Vivaldi, analiza este avance histórico y político.
Audre Lorde -feminista, poeta, lesbiana, negra- dijo “no son nuestras diferencias las que nos dividen. Es nuestra incapacidad para reconocer, aceptar y celebrar esas diferencias”. Es una hermosa forma de entender lo que está pasando en Chile hoy. Al fin vemos cómo un país lleno de complejidades y particularidades puede ser representado en su diferencia y no solo por una elite, blanca, acomodada y heterosexual, que por años ha impuesto su verdad absoluta y “universal” dejando fuera los derechos de tantas personas. Sin todavía poder predecir lo que sucederá, vemos con esperanza cómo diversas mujeres, feministas, personas de pueblos originarios y diversidades sexuales fuera del binomio “derecha”-”ex Concertación” han ganado importantes puestos de poder.
Es importante destacar que, a pesar de la creencia popular manifestada reiteradamente por sectores conservadores, las cuotas para las mujeres y la paridad no discriminan, sino que ayudan a compensar los obstáculos reales que impiden a las mujeres obtener una participación equitativa en los órganos representativos. Los resultados de la elección nos muestran que el argumento de que las mujeres debían “ganarse” los puestos de poder, era falso, y que no es un tema de méritos, sino de la falta de voluntad política de integrar a las mujeres y de invertir en sus campañas. Los votos hacia la izquierda, por otra parte, muestran también que la ciudadanía exige igualdad en todos los ámbitos, y que no es suficiente la declaración de que somos iguales si no hay medidas concretas de corrección de las desigualdades estructurales…